EL MILAGRO DE SANTO DOMINGO 1ª PARTE

Esta noche me acuesto con la ansiedad de un niño la víspera de reyes. Ya sólo queda un día para ponerme en camino, mañana ultimaré los preparativos y dormiré en el albergue del pueblo donde vivo, Santo Domingo de la Calzada, para ambientarme ya desde la noche. Es un albergue nuevo, con todas las comodidades, remodelado por la Cofradía de Santo Domingo y está genial, así que deseando estoy de comenzar.

Salgo por la puerta de casa, ya ataviado como peregrino, con mi bordón de madera de fresno, sombrero de ala ancha de tela, botas de piel y una mochila roja de 50 litros repleta hasta los topes, saltándome a la torera todos los consejos sobre el exceso de peso en el morral. Seguro que me arrepentiré.

Hacía un día espléndido para la época del año en que estábamos. Salí del portal y me encontré de sopetón con un montón de gente, vestidos a la usanza medieval y un bofetón de pestazo ácido a caballo. Pero no me sorprendió demasiado, seguro que hoy era el mercado medieval que todos los años se organiza en Santo Domingo. Estaba especialmente bien ambientado, los organizadores se habían esmerado, habían cubierto de tierra apisonada todo el asfalto de la plaza Jacobea donde vivo, no pusieron la carpa de lona blanca de otros años, y en su lugar multitud de pequeños toldos de colores, cubriendo los tableros que a modo de expositores, ofrecían sus artículos al viandante. La gente estaba muy motivada porque vestían con ropas gruesas de lana, de colores apagados, con blusas blancas colgando sobre los pantalones de felpa, o las faldas de lino. Calzados con sandalias de cuero y algo parecido a los zuecos de madera para el barro de las calles. Instintivamente busqué los típicos fallos de película de romanos, el reloj del frutero o el móvil de la señora de la sombrilla. Pero no, no había fallos, ya digo, estaban especialmente motivados.

Cubrieron las fachadas de la plaza con una suerte de decorado imitando madera y piedra, muy logrado. Han conseguido el efecto de bajar las alturas de los edificios separando los decorados un par de metros de las fachadas, así ocultan el alero y da sensación desde abajo, de que las casas no tienen más de dos o tres alturas. Muy logrado. Hay estiércol, y huele a caballo que tira p'atrás, pero no se ven animales, salvo un par de chuchos mendigando las migajas de algún mercader. Algún que otro paisano disfrazado de templario paseaba entre la gente, con su espada al cinto. No había más de 200 personas, pero llenaban la plaza porque no paraban quietos, además de que se había reducido el espacio con los decorados.

Hasta los peregrinos se habían disfrazado para la ocasión, con su capa o esclavina de franela marrón, reforzadas de cuero en los hombros, unos bordones altísimos y muy gruesos, debían de pesar una barbaridad, las botas de agua colgadas del cinto, unos calabazas huecas, los menos, y otros simples pellejos a modo de bota de vino. Los morrales que portaban no eran muy grandes, aunque parecían pesados, calzados con sandalias de cuero, pero, a diferencia del resto de paisanos, debajo llevaban unas telas de lana envueltas en los pies, a modo de calcetines. El gorro igual que el mío pero de franela, con una cinta de cuero duro para sujetar en la frente, u otra colgando para asegurar en la barbilla contra el viento.

Comencé a andar hacia el bar de Maritxu donde suelo desayunar todas las mañanas, me mezclé con la gente que iba y venía, y me di cuenta que me miraban raro. Incluso se paraban a verme pasar. Tanto que hasta me paré para ver qué me colgaba o qué llevaba arrastrando para llamar tanto la atención. Nada, todo en orden. Bueno, pues yo sigo. La curiosidad se convirtió en descaro y, dando ya la vuelta para salir de la plaza por la calle del Maritxu, me paro y encarándome con un tío y su mujer que me miraban fijamente le digo "a ti qué te pasa?!". No pretendí ser agresivo en modo alguno, pero el hombre cogió en brazos al niño que llevaba de la mano y empujando a su mujer, salió corriendo. Lo perdí de vista sin salir de mi asombro. De pronto se paró delante de mí una pareja de paisanos disfrazados de mosqueteros, o algo parecido porque el disfraz era bastante pobre, todo negro incluso el sombrero emplumado. Con sus dos manos sujetando su cinturón, también negro, me preguntó en tono chulesco.

-¿Tú de dónde eres y qué haces aquí?. Lo dijo en gallego. Bueno o casi. Una especie de lenguaje castellano-galaico, que me recordaba a la lengua provenzal que estudiamos en el instituto con el "poema del mío Cid". Pero perfectamente entendible.

- Vivo aquí. ¿y tú quién eres?

-Yo soy la autoridad, y es mejor que no crees problemas y camines... Esas ropas de bufón no te aparentan muy fiable.

Ostrás! la guardia civil. Pero qué poco presupuesto le han dado, vaya disfraz más malo. En eso gritaron desde arriba ¡agua vaaaa! y soltaron un cubo de agua que cayó de pleno en un personaje que se puso a jurar en arameo dando patadas al suelo al tiempo que se sacudía las ropas como si el agua estuviera hirviendo. El guardia civil increpó al que tiro el agua diciéndole: pero qué haces, hoy está prohibido vaciar, y salió pitando sin decir ni adiós haca el interior de la casa de donde cayó el agua. Yo continué hacia el bar, hasta que al llegar a su altura me encontré con que el decorado había tapado la entrada, es como si hubiera desaparecido. Es raro, no sé cómo Maritxu ha permitido que le condenen la entrada con la buena caja que siempre hace en estas fiestas. Decidí entonces tomar el café en el mesón medieval. Este seguro que sigue activo porque está muy entonado con el ambiente.

Salí a la carretera de Logroño, donde se ubica el mesón. También la habían cubierto de tierra. Se han gastado una pasta, pero queda genial. Efectivamente a pesar de los decorados, han mantenido la entrada al mesón, aunque le han cambiado el nombre. Le han puesto "posada de peregrinos", bueno, muy propio. Entré y todo el mundo se me quedó mirando, otra vez. Como si fuera obligatorio estar disfrazado y yo fuera el único bicho raro que no lo está. Y ciertamente lo era, así que me resigné a las miradas y me dirigí a la barra. No estaba Angel, así que le pedí el café a la chiquita que atendía el mostrador. Vestía igual que el resto de las mujeres, pero se le adivinaba un tono sexi en la longitud de su falda y, sobre todo, en lo generoso de su escote, muy bien armado. Era rubia, con un pañuelo en el pelo que dejaba ver completamente su pálido rostro y entonaba especialmente con sus preciosos ojos azules. Mantenía una intensa conversación con un chaval de unos 15 años, visiblemente más joven que ella, pero se contorneaba de tal manera que no parecía más que se lo quería comer con patatas.

- Perdona, me pones un café cortado?


- ¿un qué?


- Un café, uno normalito, ya sabes, agua, café un poco de leche, y una taza claro, bromeé.


- No tengo ni idea de lo que pides. ¿no será un brebaje extranjero verdad?.


- No, claro que no. Me di cuenta de que no tenían cafetera, así que desistí del café, sobre todo porque toda la barra me miraba esperando mi respuesta. Me fijé que todo el mundo bebía en jarras de barro, unos vino, otros agua y otros una especie de caldo humeante que olía francamente bien.

- Ponme uno de esos. dije señalando el caldo.

El chaval que aguantaba estoicamente la charla de la moza, aprovechó el despiste para ir a sentarse con sus padres. Digo sus padres porque eran idénticos, altos rubios, vamos alemanes de Alemania seguro. Vestían también con disfraz de peregrino, aunque estaban más cargados de ornamentos de piel curtida y de pieles de oveja y vaca con pelo sin curtir. Me senté en la mesa de al lado, casi espalda con espalda con el chaval. Inicié la conversación con él interesándome por su origen. Me contó que eran de Baviera, que desde la muerte del duque Luis, escaseaba el trabajo pues estaban a su servicio. Que peregrinaban a Santiago con lo puesto. Le pregunté de dónde había sacado el disfraz. Me dijo que lo habían heredado de una familia que había hecho el Camino un par de años atrás.



Aunque mezclaba el alemán con el francés con el gallego y el castellano, le entendía bastante bien. Hasta un punto en que, cuando la confianza le dio alas, empecé a no entender nada. Me contó sus peripecias por el Reino de Navarra, o sea Pamplona, le digo yo, pero no, era el Reino de Navarra. Que habían cruzado los pirineos y atravesaron el Reino de Aragón. Supuse que entraron por Somport. Que al llegar al Reino de Castilla habían tenido que pagar el Portazgo, porque si no tenían que dar una vuelta muy larga, volver a Estella y por el norte, recorrer las españas por la costa, para bajar al sur por el antiguo Reino de León.

Bueno, bueno. Alto ahí. Cómo que el portazgo?, ya no se paga portazgo, pero qué me está contando este pibe. Me pareció un poco fantasioso, como si el Camino para él fuera una aventura, un viaje que recordar. Tomaba nota mentalmente absolutamente de todo. Se interesó por mí sobremanera, por mi reloj, por mi colgante de oro de la cruz de Santiago. Me preguntó si era de la Orden del Hospital; el origen de ese morral tan resistente y original que tenía a la espalda al entrar, por mi calzado tan bien cerrado, y mis gafas. Especialmente mis gafas.

Empezó a parecerme que éste estaba más zumbao que las maracas de Machín, así que le seguí la corriente. Me dijo que tenía la teoría de que todo el Camino debería estar gobernado por un solo rey, y no solo protegido por los Templarios, como ahora. Que salieron con un poco de temor porque les aterrorizaban los moriscos, que gracias a Dios, el rey Jaime de Aragón los había echado de Valencia, y ya quedaba poco por recuperar, Castilla había descendido hasta Córdoba. Y tenía toda la pinta de que el rey Fernando siguiera ampliando la frontera hacia el sur.

Este crío estará zumbao, sí, pero de historia sabe un huevo. Por los datos que me daba, supuse que lo que mejor conocía eran los inicios del siglo XIII, por la conquista de Valencia. Le escuchaba boquiabierto por lo bien hilada que tenía su fantasía. Me contó también que la chica de la barra se le había insinuado, bueno, casi le impuso que esta noche subiría a su habitación a enseñarle no sé qué cosas. Le dije que no se preocupara, que pese a que tenía pinta de ligerita de cascos, no se atrevería a cumplir su amenaza. Y si sube, pues le dices que se vaya y sanseacabó, a no ser que te vaya el rollo y le sigas la corriente. Qué va, qué va, eso no podía ser, no quería saber nada de mujeres por ahora, que tenía que estudiar, que era músico y no podía dejar de aprender por una castellana salida. Y es que la tía le había propuesto de todo, y como el chaval no quería por pulcritud y moral cristiana, le dijo que se casaran y que se quedara a vivir con ella, estaba como obsesionada con él.

Me dijo también que se quedaban esta noche en la posada, que me invitaban a cenar y después de dormir allí, emprenderíamos el Camino juntos al día siguiente. El chico, de nombre Hugo (Hugonell), me tenía muy impresionado con su inteligencia, así que le dije que sí, que mañana saldremos juntos por la mañana, temprano.

Estuvimos todo el día charlando sobre el Camino, Santiago, los reyes castellanos, aragoneses y navarros, y de la reconquista, las batallas reales y ficticias. Era un erudito, tenía datos que yo no había leído nunca, pero sin embargo tenía muy claro que la " batalla de Clavijo fue real y que realmente Santiago a lomos de un caballo blanco había ayudado a Ramiro a derrotar a Abderramán y así acabar con el tributo de las cien doncellas, que el rey debía pagar a los emires árabes". Pura leyenda, le dije, la batalla no existió, fue un invento para crear el icono de Santiago matamoros y subir la moral de las tropas reconquistadoras. Poco menos que me tachó de ignorante.

No salimos de la posada en todo el día, hasta llegada la hora de cenar, ya teníamos en el cuerpo unos cuantos vinos. Después de cenar, me dispuse a pagar. Me acerqué a la barra y le pregunté a la moza cuánto debía, por lo mío y lo de la familia alemana. Me dijo que le diera mi pulsera (el reloj) y en paz. Yo sonreí por la broma y le dije que cuánto dinero...

Todo el mundo se echó a reír a carcajadas, pero ¿qué he dicho?. Hugo me dijo que un dinero era mucho, que como mucho podría ser un óbolo y una miaja. Pero qué dice este?. Aah, yaaaa, seguimos escenificando.

- Vale, ok. Y cuánto es eso?

- Intervino su padre. Pues eso, un dinero son tres óbolos, y un óbolo son dos miajas. Así que serían tres miajas. Deja, que lo pago yo.

Subimos a los dormitorios, eran comunitarios, con unas colchonetas de lana cardada envueltas en tela de color claro. La gente dormía de dos en dos. O sea, había que compartir cama con un desconocido, casi me dieron ganas de irme a mi casa, pero tuve suerte y no vino nadie más, así que me acosté solo. Al principio de la sala dormía Hugo con su madre. Entrada la noche, se abrió la chirriante puerta y entró alguien que le cogió por un brazo y lo saco del dormitorio, se oyeron susurros que se convirtieron en voces cuando Hugo regresó a su cama. Una voz femenina amenazaba e insultaba a gritos desde fuera. Creí reconocer a la camarera, pero no volvió a molestar más y siguió el silencio hasta el amanecer.


No había aseos, así que nos lavamos en una palangana metálica, con agua fría y sin jabón. Creo que están llevando la escenificación demasiado lejos. Desayunamos huevos, chorizo y un pan muy denso, como de miga dura pero recién horneado, con un vino caliente rebajado con agua que casi sabía a puro vinagre. Cargamos nuestras mochilas, a la espalda yo y al hombro los alemanes. ¿pensarían ir así todo el camino?.


Antes de arrancar, acompañé a los alemanes a la catedral a pedir la bendición del párroco y no sé qué otras cosas más. Cada vez estaba más admirado por lo bien decorado que estaba el pueblo. La catedral estaba cerca, como a 200 metros a la espalda de la posada. Cuando llegamos al parador que está junto a la catedral, no había parador, sino un edificio de piedra con el cartel de Hospital. Me quedé petrificado cuando miré hacia la catedral. ¡¡ NO ESTABA!!. En su lugar había una iglesia de tipo románica, de piedra, eso sí bastante grande, pero no estaba la catedral. No había contrafuertes, ni arcos en la portada, y TAMPOCO ESTABA LA TORRE!!. Esto no puede ser, una cosa es derrochar la pasta del ayuntamiento en decorar todo el pueblo y otra muy distinta es llevarse la catedral. Seré idiota, es imposible que se lleven una catedral. Pero esto tiene que tener una explicación. Me encontraba completamente desorientado, esto es imposible, es como si tiras un yunque al vacío y en lugar de caer sube hasta las nubes. Me habrán drogado? me habrán llevado a otro lugar? Habrá una cámara oculta? No puedo creer lo que estoy viendo, pero lo estoy viendo.


-Ya está. La tumba de Santo Domingo, tampoco está, así que esto no es Santo Domingo de la Calzada. Dije en voz alta.

-¿Cómo que no?. La estás pisando. Santo Domingo quiso que lo enterraran en el Camino, no al lado del Camino. Quería que los peregrinos pisaran el Camino sobre su tumba. Y así se hizo, la estás pisando ahora mismo.

Era un tío vestido o disfrazado de monje. Estábamos de pie sobre una losa de piedra arenisca roja, que ponía Santo Domingo año de 1109.

-Es cierto lo que me dices, eso quiso Santo Domingo, pero en el siglo XVI se levantó una capilla sobre su tumba, y se desvió el camino unos metros para sortearla, además la Catedral es gótica, y no está la torre exenta del campanario. ¿qué es lo que pasa aquí?.

-El siglo XVI? pero si estamos en el siglo XIII. Es el año de Nuestro Señor de 1238, año de indulgencia plenaria. Dijo el cura.

-Venga ya tío, no me vaciles. Habéis decorado el pueblo a las mil maravillas, caracterizado a la gente que ya quisiera el Spielberg, los actores son fantásticos... Hice una pausa para mirar a mí alrededor...

... habéis colado a los alemanes con profundos conocimientos de historia.

...Las comidas, los mesones y posadas...

... hasta habéis acuñado moneda. Hice otra pausa porque todo lo que decía y recreaba en mi cabeza, era tan real, tan bien hecho que parecía imposible que fuera pintado o preparado por una mente humana, todo estaba tan elaborado, tan bien ordenado...

...Todo por simular el mercado medieval anual de Santo Domingo. Pero lo de la catedral y la torre, no lo puedo entender, ¿cómo lo habéis hecho?. Hace dos años que vivo aquí, y conozco muy bien el pueblo. A dónde habéis mandado a Maritxu?

- ¿Maritxu? no sé quién es. Dos años aquí y no te conozco. Eres un poco raro, ¿eres extranjero?, hablas mal, y dices cosas sin sentido. el siglo XVI?. creo que estás loco.

No tardó en aparecer la guardia civil con su pésimo disfraz de enterrador. Se abrió paso en el corrillo de gente que se había formado a nuestro alrededor.

-¿qué pasa aquí?. Ya te dije ayer que no crearas problemas. Te vas a venir conmigo y ya verás cómo espabilas y te largas calentito de aquí.

- Déjalo, Sancho, que está un poco trastornado, yo me encargo de él, no es peligroso...

Pero esto que es?. Están hablando de mí, como si me perdonaran la vida, esta gente está como una cabra!!

-Lo que vos digáis padre.

-No deberías enfrentarte a la autoridad, sobre todo a estos del obispado de Calahorra. Me dijo el cura con un secretismo que parecía real, caminando hacia el interior de la iglesia con su brazo paternalmente colocado en mi hombro.

Hasta aquí hemos llegado, ya me está cargando tanto teatro, y tanto rollo. O me voy camino adelante y salgo de aquí para perder de vista a estos zumbaos o me voy pa casa a tranquilizarme un poco, que me veo muy estresado. Pero, pero, el interior de la catedral tampoco es igual..., no está el palio,... ni el gallinero,... y el altar mayor es como el encontrado tapiado hace poco....¿Qué carallo habrán hecho con la catedral y la torre?.

Ya solos sentados en un banco lateral, porque en el centro no hay bancos, está diáfano, le dije

-Eres cura de verdad?


-soy clérigo, sí


-pero, a ver, porque vas disfrazado así, es por lo del mercado medieval?


-no, cuando no hay mercado también voy así.


-pero no entiendo nada, donde está la catedral?.

-esta es la catedral

-y un cuerno, la catedral es gótica, y esto es románico, además es mucho más grande, y la tumba del Santo está dentro de ella, y el campanario está fuera, en una torre enorme y...

-para, para. ¿Qué es gótico? ¿es el arte de los godos?, en Francia se empezó hace 40 ó 50 años, y aquí se hace algo, pero no hay dineros para una catedral nueva. Esta se consagró hace seis años, y lo que importa no es la casa sino quien mora en ella. No sé si habrá alguna seo terminada, pero yo creo que se caerán, demasiado altas, demasiado finas y delgadas. Nada tan sólido, robusto y sabio como el arte clásico, así que no quiero que me la cambien. Lo de la torre es buena idea.

- ¿dónde está el gallinero? siempre ha estado ahí colgado.


-Un gallinero en la casa de Dios? ahora sí que creo que estás loco del todo.

-Será mejor que me valla, debo de seguir mi Camino, que no tengo mucho tiempo.


-Que Dios te guíe y Santiago te acompañe.


-Gracias.

Ni que decir tiene que me fui directito a mi casa, seguía el mercado, así que tuve que esquivar más de un mercader tirando de un borrico cargado hasta las orejas. Cuando estaba llegando al portal, busqué las llaves y no las encontré, miré en la mochila no estaban, en mis bolsillos y tampoco, pero es más, tampoco estaba mi cartera, con el dinero y la documentación. Me han robado. Maldita sea mi suerte. Me duele la cabeza, estoy perdido sin dinero y sin tarjetas, sin DNI. Me sentía realmente perdido y desvalido. Llamaré al telefonillo a ver si encuentro al dueño de la casa y tiene una copia.

Me lo estaba imaginando según me acercaba, el portal de mi casa no estaba, en su lugar hay una especie de cochera lleno de paja y un par de caballos atados a un poste. Salí y miré, entré y busqué, salí y volví a mirar. Nada de nada. Me estaré volviendo loco?. Me podía dar por salir corriendo, por gritar, pegarle a alguien, pellizcarme, y lo haría porque me lo pide el cuerpo. Pero y si me toman por loco otra vez?, o me encierran?. Pero qué dices hombre, vamos a la guardia civil, a la casa cuartel y le cuento el tema. A ver qué pasa.

Pasé de nuevo por la catedral, estaba anonadado, es real, y es realmente románica. La reconstruyeron con el gótico en el siglo XVI, hace 500 años, pero aquí no hay ni una piedra nueva, esto lleva hecho años, muchos años, y es románico... mejor no darle más vueltas. A ver qué me dice la guardia civil.

Me dirigía por la calle lateral de la catedral hacia la parte de atrás donde, cruzando la plaza del ayuntamiento, se encontraba el cuartelillo de los "civiles", más allá de los restos de la muralla. crucé la plaza mirando al suelo empedrado, y cuando levanté la vista, la vi. Allí estaba, imponente, alta como recién hecha. La muralla rodeaba completamente el pueblo, y de seguir recto, me daría de cabeza con la piedra de la almena. Comencé a andar marcha atrás, para poder abarcar su magnitud. Solo podría salir en dirección oeste por la puerta que está al final de la calle mayor, así que vuelta sobre mis pasos. Un par de ancianos, de pié a la sombra del único árbol que había en la plaza me miraban negando con su cabeza , como compadeciéndose de mí, y no les culpo, con mi mochila, mi bordón y caminando para atrás, debía de parecer un auténtico "enajenao".

Enfilé la calle mayor, esta sí que estaba igual que la recuerdo salvo que no hay ni una sola tienda, solo portadas de casas y cuadras. Casi llegando a la puerta oeste, me cogieron súbitamente del brazo al tiempo que alguien me adelantaba rápido como una bala. Hugo corría y su padre me cogió por el brazo y me obligaba a correr, al tiempo que me decía, corre, corre, corre.

-Pero qué pasa?!


-Nos buscan para apresarnos, corre, hay que esconderse!!!


- A mí???, por qué??? Pregunté pero ya corría, el padre de Hugo era muy persuasivo. Tenía los ojos fuera de sus órbitas, estaba colorado como un tomate, sudaba como un toro, y quería gritar tanto que casi no le salían las palabras, tartamudeaba y parecía estar muy asustado.

- Los alguaciles, corre por tu vida.....





1 comentario:

  1. Un cafe??bien bien...seguiremos leyendo mientras escribas..interesante, y sobretodo para los que no hemos tenido todas estas esperiencias, es muy ilustrativo.gracias.bsiños

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